jueves, 30 de abril de 2009

Analizar Hacer el mapa conceptual para conversatorio

Importancia de la lectura
Por Rigoberto Lasso Tiscareno

…pocos estudiantes llegan a leer bien, inclusive sus libros de texto. Muchos pueden repetir oraciones largas de sus libros de texto, memorizar párrafos completos y repetirlos literalmente, pero pocos pueden comprender y sentir lo que leen. El leer correctamente es más que simplemente recorrer con los ojos las palabras de un texto. Es establecer un vínculo con el texto que involucra al lector intelectual y emocionalmente. Es desarrollar la facultad de comprender y sentir plenamente un escrito, capacidad que se desarrolla a medida que se frecuenta y ejercita la habilidad intelectual de leer, que es algo mucho más complejo que la sencilla alfabetización. El aprender a leer solo se consigue leyendo No hay otra vía. En la actualidad nuestros jóvenes tienen una cultura muy ajena a los caminos que conducen a los placeres de la lectura. Pasaron usualmente de una infancia de adicción a la televisión a una adolescencia adicta a la computadora…


…qué es un lector habitual. Es aquel que tiene la costumbre de leer un texto más o menos largo, de páginas completas, en lugar de las frases elementales donde no hay espacio para profundizar en las ideas, en la información o naturaleza de los personajes.
Como acertadamente afirma Felipe Garrido: “Quien está tan acostumbrado a leer sólo fotonovelas, historietas y otras publicaciones por el estilo, que no puede leer textos más extensos y complicados, en realidad nunca ha aprendido a leer de a de veras” 4

Se pregunta este autor “¿Quién es un lector auténtico? En primer lugar, es alguien que lee por voluntad propia, porque sabe que leyendo puede encontrar respuestas a sus necesidades de información, de capacitación, de formación, y también por el puro gusto, por el puro placer de leer”.

En otros términos, significa que se ha descubierto que la lectura es una parte importante de la vida, que la lectura es una fuente de experiencias, emociones y afectos; que puede consolarnos, darnos energías, inspirarnos. Significa que se ha descubierto el enorme poder de evocación que tiene la lectura. “Que alguien lea por puro gusto, por el placer de leer, es la prueba definitiva de que realmente es un buen lector, de que tiene la afición de leer”

La lectura es una práctica activa, dinámica… la lectura implica poner en juego la atención, la capacidad de concentración, liberar la mente de otras preocupaciones y sumergirse en un mundo de desarrollo de la imaginación, de despertar la capacidad de fantasía para trasladarse a otros tiempos y a otros lugares; de envolverse en tramas que transforman y permiten vivir otras vidas. En una palabra, facilitan el desarrollo de las facultades intelectuales, las emociones y la imaginación. La sensibilidad, igual que las habilidades o las destrezas también se educa y se refina. Hay quien nace y crece con una sensibilidad de tortuga, de carapacho, que no aspira a refinarse y nunca puede alcanzar el disfrute de las altas expresiones de la cultura universal, gente que nace tosco y muere palurdo. Asegura Guglielmo Cavallo “El abismo, esencial pero tosco, entre lectores cultos y analfabetos, no agota las diferencias en la relación con lo escrito.

Todos quienes pueden leer los textos no los leen de la misma manera y, en cada época, grande es la diferencia entre los doctos bien dotados y los más torpes de los lectores. Contrastes, finalmente, entre unas normas y unas convenciones de lectura que, en cada comunidad de lectores, definen unos usos legítimos del libro, unos modos de leer, unos instrumentos y unos procedimientos de interpretación. Y contrastes, por último, entre las esperanzas y los intereses tan diversos que los diversos grupos de lectores ponen en la práctica de leer. De esas determinaciones, que gobiernan las prácticas, dependen las maneras en que pueden ser leídos los textos, y leídos de modo diferente por lectores que no comparten las mismas técnicas intelectuales, que no mantienen una relación semejante con lo escrito, que no otorgan ni el mismo significado ni el mismo valor a un gesto aparentemente idéntico: leer un texto”5

Por otra parte- aseguran Guglielmo Cavallo y Roger Chartier- “La lectura no es solamente una operación intelectual abstracta: es una puesta a prueba del cuerpo, la inscripción en un espacio, la relación
consigo mismo o con los demás”. Es también una relación social que ha cambiado a lo largo de la historia, que pasó por ejemplo por la práctica de la lectura en voz alta, compartida y comentada, para llegar a la actual individual y en silencio, pero no por ello menos socializada…

La lectura no puede sustituirse con otras actividades, sostiene Garrido, porque la lectura “... es un ejercicio de muchas facultades: la concentración, la deducción, el análisis, la abstracción, la imaginación, el sentimiento. Quien no lee deja de ejercitar estas facultades, y no solamente las va perdiendo, sino que también dejará de tener muchos buenos ratos”.

Aprendizaje de la lectura.

La lectura es una afición, difícilmente se enseña, más bien se contagia. Normalmente se aprende por imitación, como los pasatiempos, los deportes o los juegos de distracción que nos atraen. De ahí que entre más temprana sea la edad para iniciarse en su práctica más sana será y más pronto se llegará a ser un lector calificado. Por lo que es altamente recomendable que los niños se familiaricen con los libros, que vean a los adultos cercanos leyendo y empiecen a experimentar curiosidad y deseos de leer por el solo placer de hacerlo, así, más pronto llegarán a la plenitud como los lectores expertos. A propósito señala el influyente crítico literario Harold Bloom: “No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial para que leamos… placer de hacerlo, así, más pronto llegarán a la plenitud como los lectores expertos.

A propósito señala el influyente crítico literario Harold Bloom: “No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial para que leamos. A la información tenemos acceso ilimitado, pero ¿dónde encontramos la sabiduría? Si uno es afortunado, tal vez se tope con un maestro que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos según mi experiencia, es el más saludable desde un punto de vista espiritual. Hace que uno se relacione con la alteridad, ya sea la propia, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La invención literaria es alteridad, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer a toda la gente que quisiéramos, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la falta de comprensión y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional”8

Más adelante, este profesor de Yale, de quien se dijo que “Leer los comentarios de Harold Bloom es como leer a los clásicos a la luz de los relámpagos” da algunos consejos para el aprendizaje de la lectura:
En primer término aconseja limpiar la mente de tópicos, olvidarse de lugares comunes o clichés.
En segundo lugar, recomienda: “No trates de mejorar a tu vecino ni a tu ciudad con lo que lees ni por el modo en que lo lees. El fortalecimiento de la propia personalidad – explica- ya es un proyecto bastante considerable para la mente y el espíritu de cada uno: no hay una ética de la lectura. Hasta que haya purgado su ignorancia primordial, la mente no debería salir de casa; las excursiones prematuras al activismo tienen su encanto, pero consumen tiempo, que forzosamente se restará de la lectura”

Más adelante anota el tercer consejo: “El intelectual es una vela que iluminará la voluntad y los anhelos de todos los hombres –y pasa a explicarse- No hay por qué temer que la libertad que confiere el desarrollo como lector sea egoísta, porque si uno llega a ser un lector como es debido, la respuesta a su labor lo confirmará como iluminación de los demás”.

Su cuarto principio: “Para leer bien hay que ser inventor. Lo fundamenta así: “La confianza en sí mismo no es un don ni un atributo, sino una especie de segundo nacimiento de la mente, y no sobreviene sin años de lectura profunda...Con frecuencia, aunque no siempre nos demos cuenta, leemos en busca de una mente más original que la nuestra”.

Más adelante sostiene “Como la ideología, sobre todo en sus versiones más superficiales, es especialmente nociva para la capacidad de captar y apreciar la ironía, sugiero que nuestro quinto principio para la renovación de la lectura sea la recuperación de lo irónico (aunque señala que con este último principio)...me siento próximo a la desesperación, porque enseñarle a alguien a ser irónico es tan difícil como instruirlo para que desarrolle plenamente su personalidad”.

Termina su alocución con un reclamo final: “Hay una versión de lo sublime para cada lector, la cual es, en mi opinión, la única trascendencia que nos es posible alcanzar en esta vida, si se exceptúa la trascendencia todavía más precaria de lo que llamamos <>. Hago un llamado a que descubramos aquello que nos es realmente cercano y podamos utilizar para sopesar y reflexionar. A leer profundamente, no para creer, no para contradecir, sino para aprender a participar de esa naturaleza única que escribe y lee. A limpiarnos la mente de tópicos, no importa qué idealismo afirmen representar. Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vela que ilumine a nadie más”

Superarse como lector aumenta la capacidad de aprendizaje, mejora y depura el uso del lenguaje, ajusta el razonamiento, retiene la memoria, refina la sensibilidad e incrementa la capacidad creativa

El lector japonés lee abundantemente porque posee un nivel cultural muy elevado y porque considera un deber estar informado y formado por la cultura escrita, en un país en el que el prestigio de la escuela y la universidad están fuera de toda discusión”.13

Afirma Ernesto de la Torre Villar: “El libro crea una situación ideal de diálogo. Escritor y lector comparten esa vital experiencia. El libro es conocimiento. Es reciprocidad, posibilidad de libre y fundamental intercambio. ...Así el libro implica esa doble dimensión, la del conocimiento y la de la reciprocidad, las cuestiones que conciernen a su diseño, producción, divulgación y adquisición imponen una urgente deliberación social para defenderlo y promoverlo como fundamento de convivencia y progreso social e intelectual”.16

Más adelante argumenta: “El libro, medio y forma más preciso y perfecta por los cuales el pensamiento humano a través de la escritura se conserva y transmite entre los hombres, es a la vez defensa y amenaza. Defensa de la inteligencia, del espíritu, de la capacidad de los seres racionales para expresar su pensamiento, sus ideas preñadas de emociones, de antelaciones explicativas del propio hombre y de su mundo circundante, de juicios en torno de la conducta propia y ajena, y del pensar particular y de los demás, todo lo cual contiene. Amenaza para quien trata de limitar el pensamiento y su expresión, para quien teme el enjuiciamiento de una conducta reprobable o la condenación de bastardos intereses. Defensa del hombre en su calidad esencial y amenaza contra quien o quienes por cualquier razón se oponen al desarrollo completo e integral de las cualidades humanas”.

Y para redimensionar la lectura, refiere un texto de Sarmiento: “Quien dice instrucción dice libros. Sólo los pueblos salvajes se transmiten su historia y sus conocimientos, costumbres y preocupaciones por la palabra de los ancianos. El Cristianismo tiene por base las escrituras. De la esencia de su doctrina dijo el Divino Maestro: Es la ley y los profetas; yo no vengo a derogar las escrituras. Nuestra civilización cristiana es, pues, esencialmente escrita; el libro es su base y mal cristiano será el que no sepa leer17”.

Algunas recomendaciones para una buena lectura:

De acuerdo a uno de los autores que se siguen en estas notas existen tres reglas básicas para una buena y eficiente lectura. Al principio ocupará tiempo y atención la dedicación al seguimiento de dichas reglas, pero con la práctica, su observación se volverá algo natural y podrán dedicarse todas las potencias mentales, sin distracción, al texto que se está leyendo.

En primer lugar, los lectores deberán ser capaces de captar lo que se ofrece como conocimiento. En segundo lugar, deben juzgar si lo que se les ofrece como conocimiento les resulta aceptable. O sea: la primera tarea es comprender el libro y la segunda hacer su crítica. La primera es entender el texto como un todo, que tiene una unidad y diversas partes que forman una estructura; la segunda, es una lectura en función de sus elementos, sus unidades de lenguaje de pensamiento.

Deben realizarse tres lecturas distintas:
I. La primera lectura puede llamarse estructural o analítica; el lector procede del todo a las partes.
II. La segunda lectura puede llamarse interpretativa o sintética; se sigue el camino inverso: de las partes al todo.
III. La tercera lectura puede llamarse crítica o evaluativa. Aquí el lector juzga al autor y decide si está o no de acuerdo con él.

La primera lectura es de entendimiento de lo que dice el autor. Se trata de comprender sus puntos de vista, sus argumentos y la lógica de su discurso; el captar sus ideas. En esta fase, el lector debe saber qué clase de texto lee, esto es, cuál es el tema; e inmediatamente después, qué es lo que, visto de conjunto, trata el texto de expresar, en qué partes está dividido ese conjunto (capítulos, incisos, párrafos) y cuáles son los problemas principales que el autor está tratando de solucionar.

La segunda lectura comprende varios pasos:
1. Deben descubrirse e interpretarse las palabras más importantes del texto.
2. Debe hacerse lo mismo con las oraciones más
importantes; y,
3. Igual con los párrafos que expresen argumentos. Registrar qué términos utiliza, qué proposiciones hace, o sea: conocer las ideas, aseveraciones y argumentos del autor.
4. Puede existir un cuarto paso en esta segunda lectura, con lo que se inicia propiamente la III fase: saber cuáles problemas logró solucionar el autor y cuáles no logró resolver.

Con el tiempo estas dos lecturas se fundirán en una sola, realizándose simultáneamente todas las operaciones. Lo que si no es saludable, ni conveniente, es iniciar con la tercera lectura, o sea empezar a leer criticando al autor, sin haberse esforzado por comprenderlo. Es propio de personas llenas de opiniones que utilizan el texto como mero pretexto para expresar sus puntos de vista, casi no pueden ser llamadas lectores propiamente; se parecen a esa gente que uno conoce quienes creen que una conversación es una ocasión para hablar pero no para escuchar. Generalmente no solo no merecen nuestro esfuerzo para hablar, sino que tampoco son dignas de ser escuchadas.

A continuación se ofrece una síntesis de las reglas que recomienda
este autor para realizar una lectura.2

En cuanto al análisis de la estructura de un libro
1. Clasificar al libro conforme a la índole o materia.
2. Consignar de que trata todo el libro con la mayor brevedad.
3. Enumerar las partes principales en su orden y relación. Analizar
esas partes como se examinó el todo.
4. Definir el problema o los problemas que el autor trata de resolver.

En cuanto a la interpretación del contenido del libro.
1. Ponerse de acuerdo con el autor mediante la interpretación de
sus palabras básicas.
2. Captar las proposiciones dominantes del autor, tratando con sus
frases más importantes.
3. Conocer los argumentos del autor, encontrando los encadenamientos de frases o construyéndolos a expensas de ellos.
4. Determinar cuál de sus problemas resolvió el autor y cuál no, De
los últimos decidir cuál de ellos sabía el autor que no había logrado resolver.

Acerca de la crítica del libro
Máximas generales.

1. No comenzar las críticas hasta que no se haya terminado el análisis y la interpretación. No manifestarse hasta decir primero “entendí al autor”.
2. No discrepar despectivamente o contenciosamente.
3. Respetar la diferencia entre el conocimiento y la opinión, teniendo razones para cualquier juicio crítico que se haga.

Criterios específicos para los puntos de crítica.
1. Indicar dónde el autor carece de información.
2. Indicar dónde el autor está mal informado.
3. Indicar dónde el autor es ilógico.
4. Indicar dónde el análisis o relación del autor es incompleto

“El hábito de la lectura y el acercamiento a sus secretos nos llevarán, no sólo a mejorar nuestra capacidad de comprensión, sino también a convertirla en una actividad imprescindible que nos otorga un auténtico placer, que puede llegar a transformarse en una verdadera pasión”19

Este autor refiere lo siguiente como incursión poética de Jorge Luis Borges:
Que otros se jacten de las páginas que han escrito,
A mi me enorgullecen las que he leído

El mismo autor, Ladrón de Guevara, acota el prólogo a su antología
con la siguiente cita de Italo Calvino: “Pienso que la lectura no es comparable con ningún otro medio de aprendizaje y de comunicación, ya que la lectura tiene su ritmo propio, gobernado por la voluntad del lector; la lectura abre espacios de interrogación y de meditación y de examen crítico, en suma, de libertad; la lectura es una relación con nosotros mismos y no únicamente con el libro, con nuestro medio anterior a través del mundo que el libro nos abre”

Paulo Freyre, tal vez el pedagogo más destacado del siglo XX, cuenta su experiencia sobre la lectura del siguiente modo: “La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado – y hasta con gusto – a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la
importancia del acto de leer se vino constituyendo en mi. Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en
que me movía; después, la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la palabra mundo.

...En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora (p. 24-5)

Fisiología de la lectura

Rigurosamente hablando no miramos con los ojos sino con el cerebro. Dice Frank Smith, en quien se fundamenta este apartado: “Los ojos miran, son mecanismos para la recopilación de información para el cerebro…Las decisiones preceptúales del cerebro se basan sólo parcialmente en la información que proviene de los ojos, se basan mucho más en la información que el cerebro ya posee”. Sobre la base de lo asentado el autor considera tres cuestiones centrales:
1. El cerebro no ve todo lo que está enfrente de los ojos; 2. El cerebro no ve de inmediato todo lo que está enfrente de los ojos. 3. El cerebro no recibe continuamente información de los ojos.

Estas tres consideraciones implican reflexiones y aplicaciones prácticas para la lectura y para su aprendizaje:

1. La lectura debe ser rápida;
2. La lectura debe ser selectiva;
3. La lectura depende de la información no visual.

El hecho de que los ojos estén abiertos no es una indicación de que la información visual proveniente del mundo circundante esté siendo recibida e interpretada por el cerebro. Lo que entra por los ojos abiertos es un bombardeo difuso y continuo de radiaciones electromagnéticas; los rayos de luz que inciden en el ojo no contienen en si mismos el color, la forma, la textura y el movimiento que vemos, todos estos aspectos son creados por el cerebro mismo.

Recomendaciones para una lectura eficiente
Dos profesoras de la Universidad Iberoamericana escribieron un saludable texto para los estudiantes de educación superior21. Sostienen estas autoras que: “…gran parte de los errores cometidos
por los estudiantes universitarios al realizar un examen, se deben a que no comprenden bien lo que leen o porque no saben leer en forma crítica. Argumentan que el periódico, una carta, un libro de texto, una novela, las instrucciones para realizar un examen, un contrato y hasta un testamento ¡todo viene por escrito! ¡Qué mejor si aprendes a leer bien! Afirman las autoras que “…la lectura no es simplemente una habilidad mecánica. Leer bien es razonar bien dentro de uno de los más elevados procesos mentales que incluye diferentes formas de pensamiento: la evaluación crítica, la formulación de juicios, la imaginación y la resolución de problemas”; pretenden con su texto estimular la afición a la lectura para desarrollar habilidades de intensa percepción, la memoria funcional, el cuestionamiento creativo, razonamiento lógico y la evaluación crítica.

Mencionan que para lograr una eficiente lectura, que es también una excelente técnica de estudio, es necesario un proceso de desarrollo de habilidades que comprende, primero, antes de empezar a leer hay que tener en mente un objetivo ¿por qué? y ¿para qué leer?, enseguida hojear para tener una idea general del texto, particularmente revisar el índice, seleccionar la parte que aparentemente se relaciona más con el objetivo, leer el título, luego, leer el primer y último párrafos completos, enseguida leer la primera oración de los párrafos restantes y decidir si es útil para leer el texto completo. Después de esas operaciones, pasar al examen que consiste en encontrar las ideas centrales (fijarse en las pistas visuales: cursivas, negritas, subrayados, cuadros y gráficas), precisar si lo que se busca es un nombre, una fecha o una cifra y revisar las ideas centrales para verificar si se corresponden al objetivo previamente definido y, finalmente, formular preguntas que se requiere que responda el texto de acuerdo al objetivo definido.

Después de lo anterior pasar a la fase crítica y evaluar lo siguiente:
el autor, la editorial (es seria y de prestigio, o de un grupo específico
interesado en difundir ciertos planteamientos), fecha (si no hay un
interés histórico, está actualizada), lugar de publicación, bibliografía en que se apoya el autor). En esta fase, percibir si el motivo del autor es informar, persuadir, instruir o simplemente promocionar; en qué se basa su argumentación: en hechos, inferencias de otras opiniones; si el lenguaje es subjetivo, objetivo, y en qué tono; conocer el núcleo del texto, esto es, cuál es la tesis del autor, la hipótesis central y si en el desarrollo de la argumentación no existen contradicciones.

Una palabra sobre el lenguaje al encontrar palabras desconocidas. Tratar de inferir el significado por el contexto, dividir la palabra en su
lexema y morfema, dividir la palabra en su prefijo latino o raíz griega y, por supuesto, lo más práctico y preferible, consultar el diccionario. Después de ello, preguntarse si se ha comprendido el texto.

Existen varios libros accesibles en el mercado y en la biblioteca sobre la lectura, como lograrla eficientemente y mejorar las habilidades para obtener logros más provechosos. Para quienes leen en inglés resulta altamente recomendable el texto How to Read a Book22 de Moritmer J. Adler, quien escribió ese texto ya clásico sobre cómo y por qué leer. Entre las recomendaciones encuentra varios dimensiones de la lectura, como pasos a seguir: un primer nivel que es el de la lectura elemental; segundo, el nivel de inspección; tercero, el de la lectura analítica y finalmente el de la lectura Syntotipical. Una síntesis comprensiva de todo el texto. Cada uno de esos niveles los subdivide en fases y ejercicios recomendables.

Razones finales para estimular la lectura

Una caracterización justa y bella de la condición humana de la lectura nos la ofrece Mario Vargas Llosa cuando afirma: “La literatura, en cambio, a diferencia de la ciencia y la técnica, es, ha sido y seguirá siendo, mientras exista, uno de esos denominadores comunes de la experiencia humana, gracias al cual los seres vivientes se reconocen y dialogan, no importa cuán distintas sean sus ocupaciones y designios vitales, las geografías y las circunstancias en que se hallen, e, incluso, los tiempos históricos que determinan su horizonte”

Más adelante anota: “Leer buena literatura es divertirse, si; pero también aprender, de esa manera directa e intensa que es la de la experiencia vivida a través de las ficciones, qué y cómo somos, en nuestra integridad humana, con nuestros actos y sueños y fantasmas, a solas y en el entramado de relaciones que nos vinculan a los otros, en nuestra presencia pública y en el secreto de nuestra conciencia, esa complejísima suma de verdades contradictorias – como las llamaba Isaiah Berlin- de que está hecha la condición humana. Ese conocimiento totalizador y en vivo del ser humano, hoy, sólo se encuentra en la novela. Ni siquiera las otras ramas de las humanidades –como la filosofía, la psicología, la sociología, la historia o las artes- han podido preservar esa visión integradora y un discurso asequible al profano, pues, bajo la irresistible presión de la cancerosa división y subdivisión del conocimiento, han sucumbido también al mandato de la especialización, a aislarse en parcelas cada vez más segmentadas y técnicas, cuyas ideas y lenguajes están fuera del alcance de la mujer y el hombre del común. No es ni puede ser el caso de la literatura, aunque algunos críticos y teorizadores se empeñen en convertirla en una ciencia, porque la ficción no existe para investigar en un área determinada de la experiencia, sino para enriquecer imaginariamente la vida, la de todos, aquella vida que no puede ser desmembrada, desarticulada, reducida a esquemas o fórmulas, sin desaparecer. Por eso Marcel Proust afirmó: la verdadera vida, la vida por fin esclarecida y descubierta, la única vida por lo tanto plenamente vivida es la literatura…la literatura nos retrotrae al pasado y nos hermana con quienes, en épocas idas, fraguaron, gozaron y soñaron con esos textos que nos legaron y que, ahora, nos hacen gozar y soñar también a nosotros. Ese sentimiento de pertenencia a la colectividad humana a través del tiempo y el espacio es el más alto logro de la cultura y nada contribuye tanto a renovarlo en cada generación como la literatura”.23

En un encendido elogio a la lectura y la literatura comenta: “Uno de los primeros efectos benéficos ocurre en el plano del lenguaje. Una comunidad sin literatura escrita se expresa con menos precisión, riqueza de matices y claridad que otra cuyo principal instrumento de comunicación, la palabra, ha sido cultivado y perfeccionado gracias a los textos literarios…una persona que no lee, o lee poco, o lee sólo basura, puede hablar mucho pero dirá siempre pocas cosas, porque dispone de un repertorio mínimo y deficiente de vocablos para expresarse. No es una limitación sólo verbal; es, al mismo tiempo, una limitación intelectual y de horizonte imaginario, una indigencia de pensamientos y de conocimientos, porque las ideas, los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la realidad existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las palabras a través de las cuales los reconoce y define la conciencia. Se aprende a hablar con corrección, profundidad y sutileza gracias a la buena literatura, y sólo gracias a ella. Ninguna otra disciplina, ni tampoco rama alguna de las artes, puede sustituir a la literatura en la formación del lenguaje con que se comunican las personas. Los conocimientos que nos transmiten los manuales científicos y los tratados técnicos son fundamentales; pero ellos no nos enseñan a dominar las palabras y expresarnos con propiedad: al contrario, a menudo están muy mal escritos y delatan confusión lingüística, porque sus autores, a veces indiscutibles eminencias en su profesión, son literariamente incultos y no saben servirse del lenguaje para comunicar los tesoros conceptuales de que son poseedores. Hablar bien, disponer de un habla rica y diversa, encontrar la expresión adecuada para cada idea o emoción que se quiere comunicar, significa estar mejor preparado para pensar, enseñar, aprender, dialogar y, también para fantasear, soñar, sentir y emocionarse”24.

Es necesario recordar que la lectura es una práctica a la que no todos acceden, como lo es el lenguaje oral o el hablar. Por ejemplo, de las aproximadamente tres mil lenguas humanas, sólo se escriben 70. Así, todos aprendemos a hablar, pero solamente aprendemos a escribir y leer algunas lenguas, en algunas sociedades y bajo ciertas condiciones. No reconocer esa realidad lleva a equívocos como asumir la práctica de un sector social como si fuera una situación generalizada, casi natural…

…sabemos desde hace décadas, que el ejercicio de prácticas culturales como leer o escribir, no depende de hábitos puramente psicológicos e individuales, sino del lugar que las personas (los lectores) ocupan en las relaciones sociales, institucionales y culturales, que son las que hacen accesibles o restringen ciertas prácticas de leer, escribir, hablar y pensar. Por ejemplo, una trabajadora doméstica y una profesora universitaria, en tanto lectoras, no se distinguen tanto por sus “hábitos”, como por las demandas y oportunidades radicalmente distintas que tienen para leer, pensar y hablar sobre lo que leen y piensan”.

El no considerar esa circunstancia social de la lectura conduce, ordinariamente, a universalizar la manera en que la concibe la clase
media o alta en sus hábitos de lectura. En el fondo, ello significa mantener una concepción elitista y discriminadora al asumir como general lo que en rigor es una práctica social clasista. Estas consideraciones conducen a una situación relevante en el análisis de los hábitos de lectura, y es el entender que la práctica de la lectura como el hábito de manejar cierto lenguaje está íntimamente ligado a la relación con otros hablantes y practicantes de la lengua hablada y escrita. “Esto significa, (nos explica Gregorio Hernández) por ejemplo, que uno puede leer una novela o un libro científico con niños o adultos de baja escolaridad, a condición de apoyar o andamiar su lectura: establecer una conversación previa o paralela que genere interés y motivación para leer dicho libro; anticipar el argumento o temas del mismo, leer junto con ellos, explicando pacientemente lo que haya que explicar para involucrarlos en la historia o en el tema (palabras desconocidas, frases complicadas, pasajes oscuros, referencias históricas, culturales o textuales indispensables para entender de qué se habla y por qué); hacer recapitulaciones; relacionar lo que se lee con textos, historias, temas, o situaciones familiares para ellos; etc. Este trabajo pedagógico, indispensable para acceder no sólo a la lectura, sino al conocimiento y al pensamiento conceptual y crítico, es lo que los libros no proporcionan por si mismos”44.

Referencias Bibliográficas.

5 Guglielmo Cavallo y Roger Chartier Historia de la lectura en el mundo occidental, Editorial Santillana S. A. Taurus, 1998, Madrid, página 13.

8 Harold Bloom Cómo leer y por qué, Editorial Anagrama Colección Argumentos, Barcelona España, 2000, pág. 13 y ss.

13 Armando Petrucci, Op. Cit. Pp. 524-5

17 Domingo Faustino Sarmiento, Influencia de la instrucción primaria en las costumbres, en la moral pública, en la industria y en el desarrollo general de la prosperidad nacional, citado por De la Torre Villar, Op. Cit. P. 35.


19 Moisés Ladrón de Guevara, La lectura, SEP- El Caballito, p. 10.

24 Mario Vargas Llosa, Op. Cit.

44 Gregorio Hernández, Op. Cit. Página 219.

No hay comentarios: