domingo, 10 de julio de 2016

Poesía para niños y jóvenes en Latinoamérica: una mirada a la producción reciente de algunos creadores Por Sergio Andricaín

La poesía es un género que ha desempeñado un papel relevante dentro de la literatura latinoamericana para niños y jóvenes desde sus inicios, como se evidencia en el trabajo fundacional de autores como:

el colombiano Rafael Pombo,
el cubano José Martí,
el nicaragüense Rubén Darío,
la chilena Gabriela Mistral
y el mexicano Amado Nervo, por solo mencionar algunos ejemplos.

En los años más recientes se aprecia en la región un interés especial, por parte de un creciente número de autores, editores y lectores, por este género. Podría objetarse que la presencia en los catálogos de los libros de poesía para niños y jóvenes aún es discreta, y que, dentro de las obras que ven la luz, muchas responden a una concepción arcaica, apegada a lo pedagógico, lo moral o lo retórico.

Es cierto, pero resulta muy estimulante la aparición de obras de notable calidad, que exploran temas y senderos formales novedosos, creadas por escritores veteranos o noveles que se acercan a la poesía desde premisas esencialmente estéticas.

En estos apuntes nos detendremos en el quehacer de algunos creadores sobresalientes que, en varios países de América Latina, han aportado al corpus de la poesía para la infancia y la juventud obras de especial mérito.

Como indica el título de este trabajo, no se pretende realizar en él un recuento exhaustivo; se trata apenas de un breve repaso de autores y obras con el ánimo de llamar la atención sobre el quehacer desarrollado por algunos escritores en los tres últimos lustros.

Argentina Existe en Argentina una larga historia de escritores que han elegido a la infancia y la juventud como destinatarios de sus obras poéticas.
Esta tradición se remonta a los inicios del siglo XX, cuando José Sebastián Tallon dio a conocer su poemario Las torres de Nuremberg (1927), una celebración del mundo de los niños en la que el entorno cotidiano de los chicos se entremezcla con sus sueños y emociones.

Otra gran figura literaria que hace un gran aporte a las letras para la niñez es Javier Villafañe, quien publica El gallo pinto en 1944, un libro que se destaca por recrear, con indisctuble acierto formal, los motivos del folclore, así como por su gracia y espontaneidad.

En 1960 con la publicación de Tutú Marambá, María Elena Walsh entrega una obra trascendental a la poesía argentina destinada a la infancia.
Este libro, así como los que vinieron después, propone al niño textos concebidos con un amplio conocimiento de la poesía de tradición oral iberoamericana y anglosajona.
En sus poemarios, Walsh apela al absurdo y al humor para proponer al destinatario una nueva manera de mirar al mundo prístina y desprejuiciada, alejada del adoctrinamiento de la familia, la escuela y, en general, de los mayores.
Otros poemarios suyos son: El reino del revés y Zooloco (ambos editados en 1965).

Por su parte, Elsa Bornemann irrumpe en las letras para los chicos con su colección de versicuentos Tinke Tinke, publicada en 1970; luego entregaría El libro de los chicos enamorados (1977) y Disparatario (1983), entre otros.
En algunos de estos libros la autora se inspira en el non sense; en otros, da testimonio de las primeras manifestaciones de amor de los niños.
Sus versos, de gran fuerza comunicativa, son directos y coloquiales.
En los años más recientes, sobresale la producción de María Cristina Ramos. Dueña de los secretos del oficio poético y asidua cultora del género, apela tanto al lirismo como a lo lúdico para mantener un diálogo enriquecedor con sus lectores, que pueden ser tanto los más pequeños como los adolescentes.

En su libro Dentro de una palabra (Sudamericana, Buenos Aires, 2014) se adentra por los senderos de la poesía comprometida con revelar el envés de las cosas, ese ángulo misterioso que las hace únicas, insustituibles, y, a la vez, le apuesta a celebrar, con alegría reposada, todo lo que existe. Nada escapa, por muy insignificante que parezca, a su inquisitiva mirada lírica:
un día del calendario, las gotas de lluvia, un pedacito de pan… o una diminuta araña:
La araña Con hilo de siesta teje, teje; con hilo de sombra ya no teje.
El sol se encuclilla, brilla, brilla; y ella desovilla seda de labrar.
Pata delantera, lazo primavera; pata de costado, dentro, fuera.
Ya tejió la tela sabanita fina;
ya tejió la vida, ya termina.
Es su telaraña maña, maña; orilla y puntilla de su soledad.
El sueño la acuna bruma, bruma; mañana en qué luna se despertará. (1)

Otro importante título suyo es Desierto de mar y otros poemas (Ediciones SM, Buenos Aires, 2013), en el cual explora los universos fantásticos, erigidos a partir de viejas leyendas y supersticiones, donde nada es lo que aparenta ser y todo goza de una naturaleza múltiple y escurridiza; son esbozados así, en su esencia tornasolada y volátil, los habitantes de esta extraña geografía: lobisones, unicornios, sirenas, el totémico Nahuel (Era, a veces, fiera, / gruñido temible, / dejaba en la arena / rastros de imposible. // Y otra veces, llanto / de tierno consuelo, / lágrima en los ojos / negros de su pueblo.) (2) Con el tema de los rumbos seguidos por las criaturas vivientes a lo largo de su ciclo vital o cotidiano, Ramos publicó Caminaditos (Los cuatro azules, Salamanca, 2013), donde están presentes el delicado humor y una buena dosis de disparate, rasgos distintivos de otros libros dedicados por ella a los más chicos, como Encantado, dijo el sapo (Comunicarte, Córdoba, 2012) y La escalera (Edelvives, Buenos Aires, 2009). La riqueza musical y una cuidada factura caracterizan la poesía escrita por María Cristina Ramos para los niños y jóvenes. Con un notable sentido lúdico, los versos de Cecilia Pisos recrean el diverso y pintoresco catálogo de personajes que pueblan buena parte de los libros destinados a la niñez. Hadas, brujas, ogros y dragones, entre otros, son tomados, en calidad de préstamo, a la literatura infantil clásica, para ser devueltos a los pequeños destinatarios despojados de sus rasgos terribles y negativos, remozados por obra y gracia de la ingeniosidad y el desenfado contagioso de la autora. Entre las obras de Pisos se destacan Las hadas sueltas (Sudamericana, Buenos Aires, 1993), Las brujas sueltas (Sudamericana, Buenos Aires, 2004) y Libro de los ogros (Atlántida, Buenos Aires, 2009). En El Pájaro Suerte (Pequeño Editor, Buenos Aires, 2011) entrega, retratadas con pocas palabras, en un delicioso ejercicio de síntesis e imaginación poética, un muestrario de aves sumamente curiosas: el pájaro viento, el pájaro te lo dije, el pájaro cuchara y el pájaro ojo, al que describe así: “El pájaro ojo / vive posándose / en todas las cosas. / Cuando se cansa de volar, / se duerme.” (3) En los últimos años, Jorge Luján ha sorprendido gratamente con libros de versos que proponen un fresco acercamiento al universo de los chicos. Tanto en Animales de compañía (Aerolitos, Capital Editorial, Buenos Aires, 2013) como en Pantuflas de perrito (Almadía, Ciudad México, 2009, y Pequeño editor, Buenos Aires, 2010), ofrece un ingenioso acercamiento a las relaciones de los niños con sus mascotas (perros, gatos, conejos, hámsters…), tomando como punto de partida anécdotas y experiencias de niños de Latinoamérica. En obras como Un ángel todavía (Tinta Fresca, Buenos Aires, 2011) propone un verso más estilizado y rico en connotaciones: De los sabores: la manzana de larga fama. De los sonidos: el silencio después del trino. De las imágenes: el hondo cielo de tus ojos. De los aromas: el de una flor cortada en un sueño. Del tacto: el beso callado de la lluvia. De los pensamientos: el luminoso y fugaz como un ángel que no repite su visita. (4) El poema Más allá de mi brazo (Kókinos, Madrid, 2013) celebra, con espíritu lúdico, el descubrimiento del universo circundante y la interrelación de sus partes, mientras que en Como si fuera un juguete (Sexto piso, México D.F., 2013) propone aforismos (“Mis sueños

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