La Literatura Infantil
Desplazamiento Histórico
La primera forma de la literatura infantil fue oral y anónima a
través del cuento. La palabra cuento se tomó primero con el
sentido numérico de llevar la cuenta, contare o del latín
compuesto – cálculo y de allí pasó a enumerar, hacer la cuenta o
cómputos de hechos, de sucesos: relatar. (Vélez de Piedraíta
1991, p. 24).
Las más lejanas raíces de lo que hoy son los cuentos
tradicionales populares, están en el lejano oriente. Llegaron a
Europa a través de diversos canales. Los cruzados desde la
primera predicada por Urbano II en 1095 hasta la octava de San
Luis Rey de Francia. Los cruzados formaron una red intrincada
de relatos que iban cambiando según el país de origen de
contados.
Las mil y una noches, obra cumbre de la tradición oral
antigua, fue traída a Europa a finales del siglo XVII por Antonio
Gallan y fue escrita desde 1545. Finalmente se hizo para niños el
extracto de los relatos más atractivos del conjunto, despojado de
detalles crueles, pero conservando la trama compleja
característica de los cuentos orientales.
Al respecto “el proceso de difusión de los cuentos de la India
pasando por Persia y Arabia permite que estos lleguen a los
países civilizados de Europa”. (Navas, 1996, p. 268).
Los gitanos y los romanos son considerados como los
grandes difusores del cuento oral.
La narración de cuento considerada como arte se desarrolló
desde la antigüedad. Hay dos puntos geográficos en los que esta
actividad cobra una extraordinaria importancia: en Eolia, donde
surge el juglar y en los países escandinavos, donde surgen los
escaldos. Los juglares y escaldos se dedicaron a cantar baladas
y epopeyas.
A finales del siglo XVII no se hablaba aún de la literatura
infantil. A pesar de los avances de la psicología, la filosofía, la
filología y otras ciencias, el niño no era visto como un ser
humano específico. El libro para niños no era motivo de
investigación.
Navas (1996, p. 33) señala que “la literatura que estaba en
contacto con los niños era la literatura del pueblo, tradiciones,
leyendas, mitos, cuentos de aparecidos y espantos”.
Algunos escritores franceses de este mismo siglo escribieron
para niños, motivados especialmente por una preocupación
didáctica, por ejemplo, La Fontaine escribía para sus alumnos,
los niños de la corte francesa. En el mencionado siglo se
señalará la obra representativa de La Fontaine y Charles
Perrault.
La Fontaine (1611-1695) se inició en la práctica de la
literatura infantil como fabulista, luego hizo suyo un estilo que
hace de sus fábulas mayor creación de lo narrativo.
Los niños franceses aprenden a recitar con versos de La
Fontaine. Es visto como el mejor poeta francés del
neoclasicismo.
Sin embargo los temas de La Fontaine en Esopo y de Fedro:
“la dama que quería ser tan grande como un buey” y se hincha
hasta reventar. “La paloma y la hormiga” que se salvan de la
vida. “La gallina de los huevos de oro” que demuestra que la
desmedida ambición lleva a la miseria total. Otras han sido
traducidas y leídas en todo el mundo.
Fue con Charles Perrault (1628-1703) cuando se abandonó el
ámbito propiamente oral para pasar al recreado en forma escrita.
Para ese tiempo fue publicado su libro de cuentos. Cuentos de la
madre oca (1697).
La literatura de tradición oral se caracteriza por no tener
autor. Esta se difundía de boca en boca y permitía que los
relatos se cargaran de emotividad, la creatividad y la chispa
personal de cada narrador.
Es la colectividad la creadora de estas satisfacciones de la
literatura.
Los cuentos de la madre oca están integrados por 8 cuentos
que se clasifican: “Barba azul”, “El Gato con botas”, “Riquete el
del copete”, “Las hadas”. Todos están escritos en prosa y cuando
fueron publicados en 1697, su título original era historia o
cuentos del tiempo pasado.
El mencionado escritor escribió tres cuentos en verso
“Griseldis”, “Piel de asno” “Los deseos ridículos”. Todos
inspirados en el acervo folklórico de su país.
Se puede decir que las obras de La Fontaine y de Perrault
eran para el niño francés alternativas ante los manuales
didácticos moralizantes y de gramáticas hechas para niños
Para las clases poderosas la literatura de tradición oral era
una literatura vulgar, eran cuentos de cocinero y de nodrizas.
Los cuentos de Perrault aportan un material extraordinario para
el mundo literario y sin proponérselo, para el propio mundo de la
literatura infantil. (Navas, 1995 p, 41).
El siglo XVIII fue una continuación de los valores del siglo
precedente en cuanto a la fiscalización y prescripción de lo que
el niño debe leer como lo que debe escribirse para él. Así la obra
de Madame Leprince de Beaumont (1711 -1780) fue una
representación de la corriente del siglo XVII como después del
siglo XIX, en 1757 publica el Almacén de los niños.
El hecho Leprince de Beaumont no trasciende en el mundo de
la literatura infantil por su almacén, sólo una de sus obras le
otorga vivencias dentro de la literatura: “La bella y la bestia”. La
bella y la bestia, se basa en una de las tantas versiones
populares, donde una hermosa niña se casa con un monstruo o
animal repulsivo que debe ser desencantado por la bella, la
bestia se transforma en un apuesto príncipe Rousseau (1712 –
1778) Este pensador francés y su obra fueron determinantes en
el desarrollo de la literatura francesa del siglo XVIII. Rousseau
publica en 1772, el Emilio. Una novela en la que queda pautada
todas sus ideas acerca de la educación. Emilio es un personaje
que representa al niño del siglo XVIII. En esta novela se critican
las fábulas y casi todos los libros para niños.
Este escritor pensaba que el niño debía aprender de su
propia experiencia en un fructífero contacto con la naturaleza.
Sin embargo algunas ideas de Rousseau no eran compartidas
por los pedagogos del “siglo de las luces” ya que algunas decían
“la literatura, el saber de su siglo, tienden más a destruir que
a edificar.
Daniel Defold (1661-1731) Jonathan Swift (1667 – 1747) Dos
títulos se deben destacar en el siglo XVIII inglés, ellos son: La
vida y extrañas sorprendentes aventuras de Robinsón Crusoe de
York Marinero (1719) y los viajes de Gulliver (1726). Sus
autores, Daniel Defold y Jonathan Swift, ambos no pensaron en
los niños cuando escribieron esos libros de aventura, pero los
niños se apropiaron y se continúan apropiando de ellos.
En el siglo XIX tenemos a los hermanos alemanes Grimm
Jacob (1785 – 1863) y Wilhelm (1786 – 1859). Los hermanos
Grimm son los grandes iniciadores del trabajo de recopilación de
relatos provenientes de la literatura de una raza, la identidad de
una nación y contrarrestar la penetración de la cultura francesa.
No estaban interesados en crear una literatura infantil.
En 1815 se publicó el segundo volumen. Ese fue el que
realmente gustó a los niños y fue traducido a diferentes idiomas.
Fue Wilhelm quien tomando el éxito del primer volumen, lo
transformó pero conservando la ingenuidad de lo popular, la
fantasía y la poesía, en su lenguaje más sencillo y literario. Así
luego al mundo de la infancia Hansel y Grette, Pulgarcito,
Cenicienta, Blanca Nieves, La Bella durmiente, Los siete
cuervos, El Sastrecito Valiente y los tres hermanos.
Hans Cristian Andersen (1805-1875). Los cuentos de
Andersen están llenos de poesía y ciento cincuenta y seis fueron
traducidos a casi mil idiomas. En su obra se encuentran entre
diez y doce cuentos que son recreación de la literatura de
tradición oral. Los otros son creaciones propias del autor.
Andersen representó a través de la palabra escrita los
efectos de oralidad en la escritura que sustenta la fascinación
del cuento popular y que es un elemento de construcción y estilo
que el texto literario puede convocar a un lector infantil.
Otro aspecto que resalta en los cuentos de Andersen es la
presentación de los temas en íntima mezcla de lo maravilloso
con lo real. Sus cuentos fueron clasificados como personajes de
fábulas: de plantas, de animales y de objetos.
El mencionado autor prefería sus cuentos de objetos, donde
éstos son los personajes: El encendedor, La aguja de zurcir, los
zapatos rojos, el cuello duro, la llave del portal, la tetera, los
trapos viejos, la alcancía y el cuello de la botella, otros. Este tipo
de cuentos ha sido de vigencia en la literatura contemporánea
Así llegó un momento en la literatura infantil donde se vence el
debate entra la realidad y la fantasía. En los cuentos de
Andersen la realidad y la fantasía se dan la mano.
El espacio donde se desarrollan los cuentos de Andersen, lo
real, lo cotidiano, geográfica e históricamente verificable. En
ellos nace lo maravilloso como consecuencia de una puesta en
escena que de forma tenue modifica las proporciones y la
perspectiva de este medio realista en que se sustenta el relato.
Lo maravilloso aparece debido a una textualización que de
manera sutil da lugar a una poetización de la textura del relato
en conjunto.
Andersen es el creador de un cuento nuevo. Inicia el camino
para la corriente realista e inaugura la dimensión ética en la
literatura infantil.
Julio Verne (1828 – 1905) fue una representación en Francia,
durante el siglo XIX, en materia de la literatura que leían los
niños. Este autor es heredero de la época romántica en la que
nace y esto se manifiesta en la fantasía de su obra. Se involucra
con el realismo científico de mediados del siglo XIX.
Esos dos elementos, fantasía y conocimiento científico,
son típicos en sus novelas. Todos los viajes de las aventuras
narradas por Verne, ya sea al fondo de la tierra o del mar, al
cielo en globo o en cohete espacial.
Las novelas de este autor han sido consideras por algunos
como literatura de ciencia-ficción, en las que puede verse la
condición premonitora del creador que se adelanta mediante la
imaginación y la ficción literaria a los acontecimientos ocurridos
en el mundo: De la tierra a la luna (1867), Viaje al centro de la
tierra (1864), Veinte mil leguas de viaje submarino (1860).
http://tesis.luz.edu.ve/tde_busca/arquivo.php?codArquivo=1159
Desplazamiento Histórico
La primera forma de la literatura infantil fue oral y anónima a
través del cuento. La palabra cuento se tomó primero con el
sentido numérico de llevar la cuenta, contare o del latín
compuesto – cálculo y de allí pasó a enumerar, hacer la cuenta o
cómputos de hechos, de sucesos: relatar. (Vélez de Piedraíta
1991, p. 24).
Las más lejanas raíces de lo que hoy son los cuentos
tradicionales populares, están en el lejano oriente. Llegaron a
Europa a través de diversos canales. Los cruzados desde la
primera predicada por Urbano II en 1095 hasta la octava de San
Luis Rey de Francia. Los cruzados formaron una red intrincada
de relatos que iban cambiando según el país de origen de
contados.
Las mil y una noches, obra cumbre de la tradición oral
antigua, fue traída a Europa a finales del siglo XVII por Antonio
Gallan y fue escrita desde 1545. Finalmente se hizo para niños el
extracto de los relatos más atractivos del conjunto, despojado de
detalles crueles, pero conservando la trama compleja
característica de los cuentos orientales.
Al respecto “el proceso de difusión de los cuentos de la India
pasando por Persia y Arabia permite que estos lleguen a los
países civilizados de Europa”. (Navas, 1996, p. 268).
Los gitanos y los romanos son considerados como los
grandes difusores del cuento oral.
La narración de cuento considerada como arte se desarrolló
desde la antigüedad. Hay dos puntos geográficos en los que esta
actividad cobra una extraordinaria importancia: en Eolia, donde
surge el juglar y en los países escandinavos, donde surgen los
escaldos. Los juglares y escaldos se dedicaron a cantar baladas
y epopeyas.
A finales del siglo XVII no se hablaba aún de la literatura
infantil. A pesar de los avances de la psicología, la filosofía, la
filología y otras ciencias, el niño no era visto como un ser
humano específico. El libro para niños no era motivo de
investigación.
Navas (1996, p. 33) señala que “la literatura que estaba en
contacto con los niños era la literatura del pueblo, tradiciones,
leyendas, mitos, cuentos de aparecidos y espantos”.
Algunos escritores franceses de este mismo siglo escribieron
para niños, motivados especialmente por una preocupación
didáctica, por ejemplo, La Fontaine escribía para sus alumnos,
los niños de la corte francesa. En el mencionado siglo se
señalará la obra representativa de La Fontaine y Charles
Perrault.
La Fontaine (1611-1695) se inició en la práctica de la
literatura infantil como fabulista, luego hizo suyo un estilo que
hace de sus fábulas mayor creación de lo narrativo.
Los niños franceses aprenden a recitar con versos de La
Fontaine. Es visto como el mejor poeta francés del
neoclasicismo.
Sin embargo los temas de La Fontaine en Esopo y de Fedro:
“la dama que quería ser tan grande como un buey” y se hincha
hasta reventar. “La paloma y la hormiga” que se salvan de la
vida. “La gallina de los huevos de oro” que demuestra que la
desmedida ambición lleva a la miseria total. Otras han sido
traducidas y leídas en todo el mundo.
Fue con Charles Perrault (1628-1703) cuando se abandonó el
ámbito propiamente oral para pasar al recreado en forma escrita.
Para ese tiempo fue publicado su libro de cuentos. Cuentos de la
madre oca (1697).
La literatura de tradición oral se caracteriza por no tener
autor. Esta se difundía de boca en boca y permitía que los
relatos se cargaran de emotividad, la creatividad y la chispa
personal de cada narrador.
Es la colectividad la creadora de estas satisfacciones de la
literatura.
Los cuentos de la madre oca están integrados por 8 cuentos
que se clasifican: “Barba azul”, “El Gato con botas”, “Riquete el
del copete”, “Las hadas”. Todos están escritos en prosa y cuando
fueron publicados en 1697, su título original era historia o
cuentos del tiempo pasado.
El mencionado escritor escribió tres cuentos en verso
“Griseldis”, “Piel de asno” “Los deseos ridículos”. Todos
inspirados en el acervo folklórico de su país.
Se puede decir que las obras de La Fontaine y de Perrault
eran para el niño francés alternativas ante los manuales
didácticos moralizantes y de gramáticas hechas para niños
Para las clases poderosas la literatura de tradición oral era
una literatura vulgar, eran cuentos de cocinero y de nodrizas.
Los cuentos de Perrault aportan un material extraordinario para
el mundo literario y sin proponérselo, para el propio mundo de la
literatura infantil. (Navas, 1995 p, 41).
El siglo XVIII fue una continuación de los valores del siglo
precedente en cuanto a la fiscalización y prescripción de lo que
el niño debe leer como lo que debe escribirse para él. Así la obra
de Madame Leprince de Beaumont (1711 -1780) fue una
representación de la corriente del siglo XVII como después del
siglo XIX, en 1757 publica el Almacén de los niños.
El hecho Leprince de Beaumont no trasciende en el mundo de
la literatura infantil por su almacén, sólo una de sus obras le
otorga vivencias dentro de la literatura: “La bella y la bestia”. La
bella y la bestia, se basa en una de las tantas versiones
populares, donde una hermosa niña se casa con un monstruo o
animal repulsivo que debe ser desencantado por la bella, la
bestia se transforma en un apuesto príncipe Rousseau (1712 –
1778) Este pensador francés y su obra fueron determinantes en
el desarrollo de la literatura francesa del siglo XVIII. Rousseau
publica en 1772, el Emilio. Una novela en la que queda pautada
todas sus ideas acerca de la educación. Emilio es un personaje
que representa al niño del siglo XVIII. En esta novela se critican
las fábulas y casi todos los libros para niños.
Este escritor pensaba que el niño debía aprender de su
propia experiencia en un fructífero contacto con la naturaleza.
Sin embargo algunas ideas de Rousseau no eran compartidas
por los pedagogos del “siglo de las luces” ya que algunas decían
“la literatura, el saber de su siglo, tienden más a destruir que
a edificar.
Daniel Defold (1661-1731) Jonathan Swift (1667 – 1747) Dos
títulos se deben destacar en el siglo XVIII inglés, ellos son: La
vida y extrañas sorprendentes aventuras de Robinsón Crusoe de
York Marinero (1719) y los viajes de Gulliver (1726). Sus
autores, Daniel Defold y Jonathan Swift, ambos no pensaron en
los niños cuando escribieron esos libros de aventura, pero los
niños se apropiaron y se continúan apropiando de ellos.
En el siglo XIX tenemos a los hermanos alemanes Grimm
Jacob (1785 – 1863) y Wilhelm (1786 – 1859). Los hermanos
Grimm son los grandes iniciadores del trabajo de recopilación de
relatos provenientes de la literatura de una raza, la identidad de
una nación y contrarrestar la penetración de la cultura francesa.
No estaban interesados en crear una literatura infantil.
En 1815 se publicó el segundo volumen. Ese fue el que
realmente gustó a los niños y fue traducido a diferentes idiomas.
Fue Wilhelm quien tomando el éxito del primer volumen, lo
transformó pero conservando la ingenuidad de lo popular, la
fantasía y la poesía, en su lenguaje más sencillo y literario. Así
luego al mundo de la infancia Hansel y Grette, Pulgarcito,
Cenicienta, Blanca Nieves, La Bella durmiente, Los siete
cuervos, El Sastrecito Valiente y los tres hermanos.
Hans Cristian Andersen (1805-1875). Los cuentos de
Andersen están llenos de poesía y ciento cincuenta y seis fueron
traducidos a casi mil idiomas. En su obra se encuentran entre
diez y doce cuentos que son recreación de la literatura de
tradición oral. Los otros son creaciones propias del autor.
Andersen representó a través de la palabra escrita los
efectos de oralidad en la escritura que sustenta la fascinación
del cuento popular y que es un elemento de construcción y estilo
que el texto literario puede convocar a un lector infantil.
Otro aspecto que resalta en los cuentos de Andersen es la
presentación de los temas en íntima mezcla de lo maravilloso
con lo real. Sus cuentos fueron clasificados como personajes de
fábulas: de plantas, de animales y de objetos.
El mencionado autor prefería sus cuentos de objetos, donde
éstos son los personajes: El encendedor, La aguja de zurcir, los
zapatos rojos, el cuello duro, la llave del portal, la tetera, los
trapos viejos, la alcancía y el cuello de la botella, otros. Este tipo
de cuentos ha sido de vigencia en la literatura contemporánea
Así llegó un momento en la literatura infantil donde se vence el
debate entra la realidad y la fantasía. En los cuentos de
Andersen la realidad y la fantasía se dan la mano.
El espacio donde se desarrollan los cuentos de Andersen, lo
real, lo cotidiano, geográfica e históricamente verificable. En
ellos nace lo maravilloso como consecuencia de una puesta en
escena que de forma tenue modifica las proporciones y la
perspectiva de este medio realista en que se sustenta el relato.
Lo maravilloso aparece debido a una textualización que de
manera sutil da lugar a una poetización de la textura del relato
en conjunto.
Andersen es el creador de un cuento nuevo. Inicia el camino
para la corriente realista e inaugura la dimensión ética en la
literatura infantil.
Julio Verne (1828 – 1905) fue una representación en Francia,
durante el siglo XIX, en materia de la literatura que leían los
niños. Este autor es heredero de la época romántica en la que
nace y esto se manifiesta en la fantasía de su obra. Se involucra
con el realismo científico de mediados del siglo XIX.
Esos dos elementos, fantasía y conocimiento científico,
son típicos en sus novelas. Todos los viajes de las aventuras
narradas por Verne, ya sea al fondo de la tierra o del mar, al
cielo en globo o en cohete espacial.
Las novelas de este autor han sido consideras por algunos
como literatura de ciencia-ficción, en las que puede verse la
condición premonitora del creador que se adelanta mediante la
imaginación y la ficción literaria a los acontecimientos ocurridos
en el mundo: De la tierra a la luna (1867), Viaje al centro de la
tierra (1864), Veinte mil leguas de viaje submarino (1860).
http://tesis.luz.edu.ve/tde_busca/arquivo.php?codArquivo=1159
No hay comentarios:
Publicar un comentario