Cuentos que arrancan la vida
Por Rafael García Romero
El éxito de un buen cuento, que cautive al lector desde sus primeras líneas, está en la conquista y desarrollo eficaz, indudablemente, de una idea sólida y promisoria.
Una idea de partida tiene que ser robusta, resistente y consistente, como la base de un edificio. Esa asociación constituye el punto de apoyo idóneo e imprescindible para empezar un proyecto; y de igual forma funciona para escribir un cuento.
El escritor de ficción, a veces, se apasiona con una idea literaria. Esa idea contribuye poderosamente -y da sus frutos- a la hora de sentarse a escribir un cuento, pero un buen cuento, un cuento que al leerlo uno sienta que le arranca la vida, sólo se escribe con ideas fundamentales. De hecho, una idea literaria ya es mucho, porque constituye una imagen. O, dicho de una forma más sencilla, en una idea está la revelación de un aluvión de imagenes; y tiene, en cierta forma, el valor de una perla rustica, que aun encerrada en su concha, prefigura el primer ensarte de un bello collar. Así funciona la idea, constituye en sí una figura en bruto, un indicio, la primera pieza de algo mayor, una metáfora en ciernes que grita y pide que se le tome en cuenta.
El cuento “Alicia en el País de las Maravillas” es un texto inmortal de literatura, fruto de una brillante idea trabajada por el matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, que escribía bajo el seudónimo de Lewis Carrolll; y una idea fueron originalmente los cuentos “Las aventuras de Pinocho”, de Carlo Collodi; “El soldadito de plomo”, de Hans Christian Andersen; “El gato con botas”, de Charles Perrault; “Hansel y Gretel”, de los Hermanos Grims; “Los viajes de Gulliver”, de Jonathan Swift; “Peter Pan”, de James Matthew Barrey; igual sucedió con cuentos para un público más exigente, como “La gallina degollada”, "A la deriva" y "El hombre muerto", de Horacio Quiroga; "La lluvia", de Uslar Pietri; "Luvina", y "¡Diles que no me maten!", de Juan Rulfo; “El informe de Brodie”, “El Aleph”, "El impostor inverosímil Tom Castro", de Jorge Luis Borges;"La lluvia de fuego", y "Los caballos de Abdera", de Leopoldo Lugones; "La cena", de Alfonso Reyes; “La mujer”, “Dos pesos de agua”, “La Noche Buena de Encarnación Mendoza”, de Juan Bosch; “La casa tomada”, “La autopista del Sur” y "La noche boca arriba", de Julio Cortázar.
Todos esos cuentos han desafiado el tiempo. Muchos tienen siglos de existencia y todavía son parte de la cultura de los pueblos. Una idea fuerte es el vínculo común entre ellos. Están edificados sobre una idea robusta, resistente y consistente. Ese, y no otro, constituyen su inequivoco punto de partida. Es fundamental empezar a escribir con el apoyo de una idea fuerte. Una idea es el corazón, el inicio de todo cuento. Una vez se nos revela un cuento a través de una idea, también inmediatamente se nos abre un campo maravilloso de trabajo, el enfoque, la propuesta de los personajes, si habrá diálogo directo, con apoyo del narrador, su tono, las circunstancias y su carácter.
Una idea, ya anotada, hay que trabajarla tomando en cuenta su fragilidad, porque las “ideas geniales” tienen un ciclo de vida muy corto. No hay nada que se parezca tanto a una burbuja de jabón que una idea genial para escribir un cuento. Necesita un ambiente propicio para crcer y formarse. Si hace viento no se forma; y si nace se aleja para perderse inmediatamente en el horizonte. El secreto para sacarle provecho a las ideas y que tengan una utilidad práctica e imperecedera está en concebirla igual como la magia del soplo humano forma la burbuja y le da vida, pero contrario a como ocurre con la burbuja, hay que saber reventar la idea, hay que hacerla parir el cuento, antes de que el viento se la lleve.
No hay en la historia de la literatura un cuento que antes no fuera una idea.
Hay muchos puntos de partida para salir a camino con un cuento, pero ¿qué hace a un cuento bueno? En esta categoría de un buen cuento, bien escrito, con una historia estremecedora, que tenga un gran principio y cierre con un final eficaz, entran muchos factores. Un punto de partida importante es trabajar con una idea literaria nueva, singular y única. Eso contribuye a escribir un cuento, pero, como ya se ha dicho, un buen cuento no sólo se escribe con ideas fuertes.
Un escritor que no trabaje con rigor, o que presente sus personajes con desgarbo y dejadez, traiciona un fin esencial en la narrativa, ya que los cuentos están hechos de la materia de sus personajes. Si un escritor les falla a sus personajes crea una onda expansiva de caídas y defectos. Esa situación afectará, en principio, la lógica de vínculos que directa o indirectamente se da entre los personajes. En principio puede que no lo perciba conscientemente; pero luego sí, en la fase de observar el comportamiento de los personajes en su entorno: porque un cuento funciona como una estructura armónica, y cuando un escritor falla en la construcción de un personaje, la estructura y el funcionamiento de los demás personajes del cuento se afectan. Esa sincronía empática que hay, que se construye con absoluta deliberación entre los personajes se llama complicidad o fase de conexión.
El manejo de una idea y el uso apropiado del lenguaje hicieron, con el paso destiempo, que textos de importantes escritores adquieren la categoría de cuentos universales.
Esa condición hizo posible la articulación de una lista de autores y títulos de “Cuentos que arancan la vida”, ya que tienen la virtud de atrapar la atención del lector desde su principio.
Una parte muy importante de los autores de los cuentos son hispanoamericanos, como el laureado Premio Nobel Gabriel García Márquez; el inmortal Horacio Quiroga, el maestro del cuento; Juan Bosch. Otra parte, menor, corresponde a varios escritores dominicanos; y una inmensa mayoría son escritores de múltiples naciones, traducidos al español.
A modo de incitación ofrezco los títulos de algunos de ellos; a la vez que los invito a conocer su texto íntegro y la de otros cuentos, a través del site: http://www.ciudadseva.com
A imagen y semejanza, de Mario Benedetti
A la deriva, de Horacio Quiroga
A las aguas, de Guy de Maupassant
Abandonado, de Guy de Maupassant
Abuela Julieta, de Leopoldo Lugones
Accidentado paseo a Moka, de Roberto Arlt
Accidente, de Naguib Mahfuz
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